domingo, 19 de junio de 2011

La monja Alférez

La monja Alférez es uno de los personajes más curiosos de la colonia en Chile, y quizás de toda la américa española. Todo en la vida de esta persona es de novela.

Llegó del Perú durante el siglo XVII y luchó en la guerra de Arauco en donde ganó fama por su habilidad con las armas y su valentía en batalla. Por sus méritos ganó el grado de Alférez.
En Chile estuvo alrededor de tres años y durante todo ese tiempo no le faltaron las riñas y hechos violentos de todo tipo matando incluso a su hermano.



Huye a Argentina y desde ahí a Bolivia. Curiosamente ahí es apresado por error. Intenta llevar una vida tranquila de comerciante en la Paz pero nuevamente recae en pendencias sin fin y grandes violencias por lo que es procesado. Escapa a Perú en donde vuelve a las andanzas pero esta vez la suerte lo abandona y herido y en peligro de muerte confiesa su gran secreto: es mujer.

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Catalina de Arauso nació en España y fue inicialmente una novicia, pero su caracter pendenciero era poco apropiado para el claustro. Desde ahí escapa y adoptando una identidad masculina pasa a américa a probar fortuna.

Sometida a las autoridades eclesiásticas retorna a España esta vez como monja para ser procesada por el santo oficio. Pero en Europa su vida de aventuras causa sensación. El rey Felipe IV la indulta y la autoriza para continuar su identidad masculina. El monarca la apoda con el nombre con que pasa a la historia de la américa española: la monja alférez
Finalmente muere en México en 1860

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Busto de Catalina de Arauso en San Sebastián, España.
Sus memorias se publicaron en 1830 y fueron traducidas a varios idiomas

Catalina de Arauso si bien declaró haber tenido algún tipo de relación homosexual no es clara cuál fue orientación sexual. En Argentina habría prometido amor a dos muchachas a las cuales abandonó. Los tribunales eclesiásticos aseguraron que era virgen



domingo, 5 de junio de 2011

El Chavolongo

El Chavolongo fue el nombre genérico que se le dio a las pestes que diezmaron la población indígena en Chile después de la llegada de los españoles. Su nombre es totalmente descriptivo y significa cabeza de fuego.

Los síntomas del Chavolongo son tan diversos que pudieron haber correspondido a Viruela, Fiebre Tifoidea, sarampión o Gripe. Independiente de lo que hayan sido, estas enfermedades eran desconocidas para los indígenas y causaron muchísimas muertes.


Indígenas centroamericanos enfermos de Viruela según el códice florentino. Infección y muerte masiva de indígenas se dio por igual a lo largo de toda américa . Esta enfermedades se hacen recurrentes y endémicas durante la conquista y la colonia.


Un vecino de La Imperial en 1573 deja constancia de cuanto daño causó el Chavalongo en las comunidades indígenas:
"El gobernador Valdivia le encomendó en 1552 10 o 12 mil indios y pasados 3 años hubo tal mortandad que de aquel número no le quedaron en el repartimiento sino hasta 100 indios"

Otro cronista español, Alonso de Gongora por la misma época:
"Les dió una pestilencia que ellos llamaban Chavalongo, que en nuestra lengua quiere decir dolor de cabeza, que dándoles los derribaba. Murieron tantos Millares que quedó despoblada la mayor parte de la provincia...tantos fueron los muertos que no aparecía por todos aquellos campos persona alguna..."


El cronista español Padre Rosales describe una peste Chavolongo en 1658: "molían a uno y le daban dolores vehementisimos y con esa calentura y encendimiento grandisimo de la sangre, con dolor de estomago y flaqueza de la cabeza que quitaba el juicio"

La enfermedades fueron especialmente duras con los indígenas de la zona central de Chile que tenían más contacto con los españoles. En el sur, según el historiador José Bengoa habría muerto un 30 % de la población mapuche en los primeros años de la conquista con una peste que el identifica con el tifus. En medio de las batallas, se daban vómitos y muertes

Las enfermedades del nuevo mundo fueron fundamentales en la ruina de las civilizaciones indígenas, acaso más decisivas que la ventaja de las armas de los conquistadores. Las pestes estaban al servicio de su majestad; Alonso González de Najera dijo en 1590: "...Pues es cosa de maravilla al ver que conocidamente ...se van acabando los naturales tan de prisa por contagiosas dolencias con las que Dios se hace el sordo con ellos"